El toro y la bravura

Cualquier espectador taurino verdaderamente interesado por la corrida de toros que va a presenciar, debe interesarse por la identidad de la ganadería del toro anunciado en el cartel, e intentar conocer la procedencia, características y momento que atraviesa el ganado que se va a torear.

Aunque estos datos solo preocupan a los toreros actuales, a los implicados en la organización del festejo y a los aficionados más entendidos, conviene que nos adentremos en algunas consideraciones generales sobre las reses de lidia, imprescindibles para comprender mínimamente cualquier corrida, ya que el toro es la base del espectáculo y la materia prima del toreo.

Contenido del árticulo

El toro

Sin toro no puede haber ni fiesta ni corrida. Del toro de sus cualidades de su mayor o menor calidad y pureza dependen del desarrollo y brillantez del toreo. Tanto la estampada física como la especialidad acometividad de las reses que se lidian en la plazas no se alcanzan por generación espontánea detrás de cada toro hay una larguísima historia, mucho esfuerzo intelectual, enormes trabajos y una importante inversión de dinero. Recomiendo, por ello, a los nuevos espectadores que respeten al toro bravo. Porque ha sido el hombre quien ha logrado perfeccionar una de las especies más exclusivas un maravillosas de la naturaleza hasta convertirla en lo que conocemos por el “toro de lidia”.

La bravura del toro de lidia

La bravura no fue consustancial al toro en sus orígenes, sino un invento cultural del ser humano digno de toda admiración. Desde el Bos Tauru Celticus o el Bos Primgenium,  representados en las pinturas rupestres y que tras importantes desplazamiento y no pocas mutaciones se instalaron en la península ibérica, hasta el toro bravo actual, hay larguísimo recorrido que pasa por la primitiva caza silvestre, los juegos ancestrales de carácter religiosos, las antiguas fiestas taurinas populares que aún perviven en algunos pueblos, los encierros, carreras urbanas, el alanceamiento de reses bravas en recintos cerrados, las corridas de toros aristocráticas o caballerescas y finalmente por la lidia ordenada y profesional que actualmente contemplamos en la plazas, aunque siempre en tan continua imperceptible evolución. El toro siempre fue un animal excitable e irritable que poco a poco fue seleccionado mediante cruzamientos para que su asilvestrada fiereza fuera transformándose en lo que llamamos “bravura”.

Transformaciones que no solo fueron lográndose en cuanto al comportamiento, sino al aspecto físico más proporcionado y fino a medida que transcurrió el tiempo. Cuando estas evoluciones fueron controladas por el hombre (XVII), surgieron las ganaderías bravas. Espacios camperos suficientemente amplios y climatológicamente propicios, donde los toros viven y se reproducen a la vez libres y controladamente, de modo que sin perder su habita natural se puedan seleccionar, numerar, alimentar y cuidar convenientemente hasta que llegue el momento para el que han sido criados.

 

 

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